Los coches, esos pequeños rebeldes que reclaman tu atención y cariño a
todas horas cual hijo pequeño. Pero con la ventaja de que lo puedes
pagar a plazos.
Siempre están ahí, mirándote con esos ojitos y
pidiéndote que lo enciendas y te vayas a tirar la basura a la vuelta de
la esquina con él.
Buscan tu atención, a veces, de maneras poco ortodoxas:
Que si se les ha pinchado una rueda y les duele...
Que si se les ha acabado el agua y tienes que rellenarles la botella...
En
fin, cómo cualquier niño pequeño, necesitan sus cuidados y mimos y
tampoco se los vamos a negar ya que luego nos puede pasar como a muchos
que, en cuanto se les hacen mayores, no les gusta cómo ha acabado la
cosa y llaman a programas de televisión para que les echen una mano y
los devuelvan al buen camino. Ya sea cambiándoles la carrocería, la
tapicería o el motor en algunos casos extremos.
De igual manera que
con los críos, las leyes también son amables y flexibles con ellos. No
es la primera vez que, estando una anciana cruzando la calle, aparece de
la nada un padre primerizo muy feliz con su bebé y la culpable del
atropello acaba siendo la señora por interponerse en la trayectoria del
coche.
Pero bueno, todo sea por mantener el índice de natalidad, esas
bellas estampas de ciudades repletas de padres y madres con sus
cochecitos y esos humos, motivo de risas para unos y de desagrado para
otros.
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