Lo más seguro es que esto que está por venir no sea, ni mucho menos, una obra de arte propia de un niño de seis meses, pero hay que escribirlo sí o también.
Muchas veces me pregunto por qué la gente no hace las cosas fáciles, por qué tiene que negársele a un niño pequeño jugar más tiempo, levantarse de la mesa cuando acaba de comer y, en general, por qué todo el mundo tiende siempre a negar, con la cabeza, con la boca o, directamente, con sus actos. El NO es bien y el SÍ es el demonio hecho palabra. Porque negar es de sabios y ceder es de débiles. Porque no se ganan grandes batallas cediendo, sino oponiéndose y negando. Así, a lo largo de la historia, mil y una guerras se han cobrado la vida de más y más gente que lo único que quería era poder tener su pequeño terrenito para poder plantar malditas patatas y verlas crecer hasta que un día fueran lo suficientemente mayores como para salir de su hábitat y seguir creciendo. ¡Pero no! Nos gusta negar y buscar la guerra sin vencedor, buscar el problema sin solución y las bajas sin justificación. Somos idiotas y eso debería aparecer en cada libro de historia y en letras bien grandes en la portada para no olvidarnos nunca de ello.
En fin, que somos muy idiotas, sobre todo cuando se trata de cuidar o decidir sobre nuestros semejantes ya que siempre la cagamos estrepitosamente y, ¿sabe alguien por qué? Porque nos gusta negarlo todo sea lo que sea y, si aún por encima jodemos a unos cuantos por el camino, más que mejor, ya que de esa manera estaremos demostrando que somos la gran nobleza defendiendo al pobre, ignorante e indefenso pueblo.
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