miércoles, 5 de noviembre de 2014

No leas esto

Lo más seguro es que esto que está por venir no sea, ni mucho menos, una obra de arte propia de un niño de seis meses, pero hay que escribirlo sí o también.
Muchas veces me pregunto por qué la gente no hace las cosas fáciles, por qué tiene que negársele a un niño pequeño jugar más tiempo, levantarse de la mesa cuando acaba de comer y, en general, por qué todo el mundo tiende siempre a negar, con la cabeza, con la boca o, directamente, con sus actos. El NO es bien y el SÍ es el demonio hecho palabra. Porque negar es de sabios y ceder es de débiles. Porque no se ganan grandes batallas cediendo, sino oponiéndose y negando. Así, a lo largo de la historia, mil y una guerras se han cobrado la vida de más y más gente que lo único que quería era poder tener su pequeño terrenito para poder plantar malditas patatas y verlas crecer hasta que un día fueran lo suficientemente mayores como para salir de su hábitat y seguir creciendo. ¡Pero no! Nos gusta negar y buscar la guerra sin vencedor, buscar el problema sin solución y las bajas sin justificación. Somos idiotas y eso debería aparecer en cada libro de historia y en letras bien grandes en la portada para no olvidarnos nunca de ello.
En fin, que somos muy idiotas, sobre todo cuando se trata de cuidar o decidir sobre nuestros semejantes ya que siempre la cagamos estrepitosamente y, ¿sabe alguien por qué? Porque nos gusta negarlo todo sea lo que sea y, si aún por encima jodemos a unos cuantos por el camino, más que mejor, ya que de esa manera estaremos demostrando que somos la gran nobleza defendiendo al pobre, ignorante e indefenso pueblo.