miércoles, 9 de abril de 2014

Las sillas

Siempre a nuestro lado... nos ayudan cuando nos mareamos, herimos o cuando afrontamos la muerte ante la cruel mirada de nuestro verdugo, el cañón del arma que nos apunta a los sesos y que no va a dudarlo ni un instante.
Siempre a nuestro lado... y ni las gracias les damos. De hecho, las maltratamos dibujando en su respaldo soeces partes del cuerpo humano, haciéndoles agujeros, quemándolas y demás barbaridades que las pobres tienen que sufrir. No tenemos en consideración todo lo que hacen por nosotros día tras día porque, si así fuera, las trataríamos como si de dioses se tratase y miles de corderos serían sacrificados todos los años para honrarlas.
Siempre a nuestro lado, incluso cuando nadie se atreve a acercarse, allí están ellas, en su rincón, esperando complacernos con sus servicios a cambio de una pequeña suma de dinero. Ay, las sillas...
Gentes del mundo, respeten a las sillas porque algún día las necesitarán más de lo normal y, del modo que las tratamos no creo que tarden mucho en irse y dejarnos tirados en el frío y áspero suelo, al cual nuestros problemas importan más bien poco. Al fin y al cabo, solo es el suelo...

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